miércoles, 27 de agosto de 2008
EL HUMANISMO
El humanismo es una corriente educativa, filológica, filosófica, artística e intelectual europea estrechamente ligada al Renacimiento cuyo origen se sitúa en el siglo XIV en la península Itálica (especialmente en Roma, Venecia y Florencia). Se mantuvo hegemónica allí y en buena parte de Europa hasta fines del siglo XVI, cuando se fue transformando y diversificando a merced de los cambios espirituales provocados por la evolución social e ideológica de Europa, fundamentalmente al coludir con los principios propugnados por las Reformas (luterana, calvinista, etc.), la Contrarreforma católica, la Ilustración y la Revolución francesa del siglo XVIII. El movimiento, fundamentalmente ideológico, tuvo asimismo una estética, el clasicismo renacentista, plasmada, por ejemplo, en un nuevo tipo de letra, la redonda conocida como letra humanística, imitada de la letra uncial latina antigua, que vino a sustituir poco a poco a los incómodos palotes de la letra gótica medieval.
La expresión studia humanitatis fue contrapuesta por Coluccio Salutati a los estudios teológicos y escolásticos cuando tuvo que hablar de las inclinaciones intelectuales de su amigo Francesco Petrarca; en éste, humanitas significaba propiamente lo que el término griego filantropía, amor hacia nuestros semejantes, pero en él el término estaba rigurosamente unido a las litterae o estudio de las letras clásicas. En el siglo XIX se creó el neologismo germánico Humanismus para designar una teoría de la educación en 1808, término que se utilizó después, sin embargo, como opuesto a la escolástica (1841) para, finalmente, (1859) aplicarlo al periodo del resurgir de los estudios clásicos por Georg Voigt, cuyo libro sobre este periodo llevaba el subtítulo de El primer siglo del Humanismo, obra que fue durante un siglo considerada fundamental sobre este tema.
El Humanismo propugnaba, frente al teocentrismo de la teología escolástica medieval y el canon eclesiástico de prosa, que imitaba el pobre latín tardío de los Santos Padres y el simple vocabulario y sintaxis de los textos bíblicos traducidos, el antropocentrismo y los studia humanitatis, una formación íntegra del hombre en todos los aspectos fundada en las fuentes clásicas grecolatinas, muchas de ellas recién descubiertas entonces, gracias por una parte al trabajo de traductores como Averroes y por otra a la infatigable búsqueda de manuscritos por eruditos humanistas en los monasterios de toda Europa. Este era un latín más puro, brillante y genuino.
En consecuencia el humanismo debía restaurar todas las disciplinas que ayudaran a un mejor conocimiento y comprensión de estos autores, a los que se consideraba un modelo de humanidad más puro que el contaminado por la viciosa Edad Media, para recrear las escuelas de pensamiento filosófico grecolatino e imitar el estilo y lengua de los escritores clásicos, y por ello se desarrollaron extraordinariamente la gramática, la retórica, la literatura, la filosofía moral y la historia, ciencias ligadas estrechamente al espíritu humano, en el marco general de la filosofía: las artes liberales o todos los saberes dignos del hombre libre frente al dogmatismo cerrado de la teología, expuesto en sistemáticos y abstractos tratados que excluían la multiplicidad de perspectivas y la palabra viva y oral del diálogo y la epístola, típicos géneros literarios humanísticos, junto a la biografía de héroes y personajes célebres, que testimonia el interés por lo humano frente a la hagiografía o vida de santos medievales, y la mitología, que representa un rico repertorio de la conducta humana más sugerente para los humanistas que las castrantes leyendas piadosas, vidas de santos y hagiografías de Jacopo della Voragine y su leidísima Leyenda dorada. Este tipo de formación se sigue considerando aún hoy como humanista.
Para ello los humanistas imitaron el estilo y el pensamiento grecolatinos de dos formas diferentes: la llamada imitatio ciceroniana, o imitación de un solo autor como modelo de toda la cultura clásica, Cicerón, impulsada por los humanistas italianos, y la imitatio eclectica, o imitacíón de lo mejor de cada autor grecolatino, propugnada por algunos humanistas encabezados por Erasmo de Rotterdam.
Factores que favorecieron el humanismo
Después de grandes debates y desmores, a partir del siglo XV, el movimiento humanista se vio favorecido por varios factores:
La emigración de sabios griegos: Debido a que el imperio bizantino estaba siendo asediado por los turcos, muchos de ellos buscaron refugio en Europa Occidental, especialmente en Italia, llevando con ellos textos griegos, promoviendo la difusión de la cultura, los valores y el idioma griego.
La invención de la imprenta: Este invento de Gutemberg permitió el abaratamiento del costo y la difusión de los libros, garantizando la difusión masiva de las ideas humanistas.
La acción de los mecenas: Los mecenas eran personas que con su protección política, con su aprecio por el saber antiguo, con su afán coleccionista o con la remuneración económica a los humanistas para que se establecieran o costearan sus obras en la imprenta, facilitaron el desarrollo del Humanismo. Estas personas reunían obras clásicas y llamaban a eruditos conocedores de la literatura griega y romana; por si eso fuera poco, los acogían en sus palacios. Entre los mecenas más destacados sobresalen: la familia de los Médici de Florencia Lorenzo de Médicis, llamado el Magnífico y su hermano Juliano de Médicis, los pontífices romanos Julio II y León X, Cristina de Suecia.
La creación de universidades y de escuelas: las universidades (como la de Alcalá de Henares, Lovaina, etc.) y las escuelas del siglo XV contribuyeron en gran parte a la expansión del Humanismo por toda Europa
Rasgos del humanismo
Algunos de sus rasgos ideológicos del humanismo son, por ejemplo:
El antropocentrismo o consideración de que todo gira en torno al hombre frente al teocentrismo medieval.
Se restaura la fe en el hombre porque posee valores importantes que no conviene despreciar.
Ya no se desprecia ni la fama en este mundo, ni el dinero, ni el goce epicúreo de los sentidos.
La razón humana adquiere valor y en pintura, mediante la perspectiva, se unifica con un punto de fuga racional la escala antes expresionista de las figuras.
Se ponen de moda las biografías de Plutarco y se proponen como modelos, frente al guerrero medieval, al cortesano y al caballero que combina la espada con la pluma.
Se ve como legítimo el deseo de fama, gloria, prestigio y poder (El príncipe, de Maquiavelo), valores paganos que bonifican al hombre frente a otros que lo reducen al compararlo con Dios y degradan esos valores a la categoría de pecados según la moral cristiana y la escolástica.
El comercio no es pecado y el Calvinismo glorifica el dinero como señal de que Dios ha bendecido en la tierra a quien trabaja.
El Pacifismo o irenismo: el odio por todo tipo de guerra.
El deseo de la unidad política y religiosa de Europa bajo un sólo poder político y un solo poder religioso separado del mismo: se reconoce la necesidad de separar moral y política, autoridad eterna y temporal.
La imitación o mímesis de la lengua y el pensamiento de la literatura clásica grecolatina.
El equilibrio en la expresión, que debe ser clara, y no recargada ni conceptuosa: "El estilo que tengo me es natural y, sin afectación ninguna, escribo como hablo; solamente tengo cuidado de usar de vocablos que signifiquen bien lo que quiero decir, y dígolo cuanto más llanamente me es posible porque, a mi parecer, en ninguna lengua está bien la afectación. "(Juan de Valdés).
La idealización y estilización platónica de la realidad. Se pinta la realidad mejor de lo que es, se la ennoblece (nobilitare).
El arte humanista toma la materia popular y la selecciona para transformarla en algo estilizado e idealizado, de la misma manera que la novela pastoril recrea una vida campestre desprovista de las preocupaciones habituales al campesino. En el arte humanista no hay lugar para las manifestaciones vulgares de la plebe que se verán más tarde en el siglo XVII con el Barroco.
El Optimismo frente al Pesimismo y Milenarismo medievales. Existe fe en el hombre: la idea de que merece la pena pelear por la fama y la gloria en este mundo incita a realizar grandes hazañas y emular las del pasado. La fe se desplaza de Dios al hombre.
El retorno a las fuentes primigenias del saber, la lectura de los clásicos en los textos originales y no a través de la opinión que dieron sobre ellos los Santos Padres y la religión católica.
El contraste de opiniones frente al argumento de autoridad medieval: la imprenta multiplica los puntos de vista y las discusiones, enriqueciendo el debate intelectual y la comunicación de las ideas. Se ponen de moda los géneros del diálogo y la epístola, todo lo que suponga comunicación de ideas. Se propone la libre interpretación de la Biblia y su traducción a las lenguas vulgares (Lutero), frente al reduccionismo medieval de reducir su interpretación a la del Papa u obispo de Roma (Reforma o protestantismo).
Ginecolatría, alabanza y respeto por la mujer frente a la misoginia medieval. Por ejemplo, el cuerpo desnudo de la mujer en el arte medieval representaba a Eva y al pecado; para los artistas humanistas del Renacimiento representa el goce epicúreo de la vida, el amor y la belleza (Venus).
Búsqueda de una espiritualidad más humana, interior, (devotio moderna, Erasmismo), más libre y directa y menos externa y material.
En sus comienzos, el humanismo es un movimiento regenerador y en sus principios básicos se encuentra ya bosquejado en tiempos muy anteriores, por ejemplo, en las obras de Isócrates, que se impuso una labor de regeneración parecida en la Grecia del siglo IV a. C. En tiempos modernos se encuentra estrechamente ligado al Renacimiento y se benefició de la diáspora de los maestros bizantinos de griego que difundieron la enseñanza de esta lengua, muy rara hasta entonces, tras la caída de Constantinopla en poder de los turcos en 1453; la imprenta y el abaratamiento de los libros subsiguiente facilitó esta difusión fuera del ámbito eclesiástico; por entonces el término humanista servía exclusivamente para designar a un profesor de lenguas clásicas. Se revitalizó durante el siglo XIX dando nombre de un movimiento que no sólo fue pedagógico, literario, estético, filosófico y religioso, sino que se convirtió en un modo de pensar y de vivir vertebrado en torno a una idea principal: en el centro del Universo está el hombre, imagen de Dios, criatura privilegiada, digna sobre todas las cosas de la Tierra (antropocentrismo). Posteriormente, en especial en España durante la segunda mitad del siglo XVI, el antropocentrismo se adulteró en forma de un cristocentrismo que proponía la ascética y la mística como formas de vida que condujeron al desengaño barroco, que desvirtuó durante el siglo XVII este movimiento en un principio renovador impidiendo abrir nuevos horizontes.
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